22/10/12

RODOLFO SANTANA Y UNA LOCURA QUE NUNCA OLVIDAREMOS



Rodolfo Santana. Su obra "La empresa perdona un momento de locura" se basó en una noticia que daba cuenta de prácticas que se hacían en algunas empresas de Japón.


Grupo de Teatro Telba. Jueves, 6 de abril de 1978. Los dos actores: Jaime Lértora y María Elena Alva se preparan para salir a escena. Yo me encuentro en la cabina con Emilio Cánepa “El papi”, encargado de operar las luces. Desde allí acostumbro a controlar mis direcciones. Desde allí también veo al público que va entrando a la sala del Centro Cívico de Barranco Manuel Beltroy. Recibiendo a los invitados, se encuentra Celeste Viale, con su preciosa barriguita albergando a nuestro segundo vástago.

Tercer timbre. Celeste cierra la cortina de la entrada, suena la música, se apagan las luces, los actores ocupan sus sitios en el escenario y comienza el estreno en Lima de “La empresa perdona un momento de locura”, estupenda obra del autor venezolano Rodolfo Santana.

Sin que yo lo supiera, en el mismo instante en que se inicia el diálogo, el corazón de Celeste empieza a apurarse y los dolores del parto a hacer acto de presencia. Los aplausos y vivas finales se fueron apagando y el público centró su atención a una zona de la platea que yo no alcanzaba a ver. Bajé rápidamente y, ante mi desconcierto, encontré a Celeste con acelerada respiración y a queridos amigos decidiendo llevarla a la clínica. Mi compadre Mario Pasco asumió el encargo aludiendo que mis nervios me desautorizaban para manejar, y fue raudo a la Javier Prado seguido por mí sin que pudiera reponerme de lo que estaba ocurriendo. Faltando minutos para las 12 de la noche, nació Mateo Chiarella Viale.

Fue un día de estrenos felices.

“La empresa perdona un momento de locura”, obra de hora y diez de duración, más o menos, fue presentada durante seis años en diversas temporadas y en múltiples funciones de difusión en instituciones, congresos, pueblos jóvenes, sindicatos, etc. y siempre acompañada de un foro con el público asistente. La obra tocaba el tema de una sicóloga de una empresa que le “lava” el cerebro a un viejo obrero. Éste tenía ascendiente en los trabajadores y ante un accidente en la planta, rompe unas máquinas calificando a los dueños de explotadores. La empresa, entonces, decide “tratarlo” y premiarlo, en lugar de despedirlo, “perdonando ese momento de locura” a fin de no soliviantar a sus compañeros. En esa época había toque de queda y era gracioso distinguir a varios políticos de izquierda asistir a la sala con teatral maquillaje para no ser reconocidos. Los foros resultaron sumamente animados y curiosamente cuando la pieza se daba en salas, el público se centraba en el comportamiento del obrero. En el caso de las presentaciones “populares”, el público evitaba hablar del obrero y se centraba en la sicóloga. Recuerdo que en uno de los seis años que dimos la obra, nos invitaron a un Congreso Internacional de Sicología que se realizó en Lima y allí sí que se armó el tole tole, porque algunos invitados extranjeros se sintieron ofendidos al ver a la sicóloga presentada como una manipuladora. La respuesta de otro sector de los congregados no se hizo esperar y la discusión subió de tono. Al final hubo quien nos comentó que había sido la sesión más fructífera del Congreso de Sicología.

Un día de 1980 recibo una llamada. No conozco la voz y pregunto quién habla. Me responde: Rodolfo Santana. No le creí. Jaime acostumbraba a bromear conmigo cada vez que me llamaba haciéndose pasar por diversas personas incluyendo personajes como Batman. Fue tal la insistencia de Rodolfo que me quedé mudo. Hicimos una reunión en Telba, el intercambio fue fructífero y hermoso, entre otras cosas nos explicó cómo era el método que utilizaban en Venezuela para hacer creación colectiva, y al final nos pidió que le hiciéramos una función para él. Invitamos a algunos amigos, entre los que estuvo Lucho Freire quien hizo una linda nota para La Prensa, y, emocionado, Rodolfo nos comentó que habíamos utilizado una versión que él había ya corregido, pero que al ver nuestra puesta la iba a rescatar. Fue una jornada de esas que hermana a la gente de teatro de todo el mundo. Rodolfo fue nombrado Miembro Honorario del Grupo de Teatro Telba y quedó en el corazón de todos nosotros.

Seis años después de su estreno, dimos la última temporada. Esta vez fue en la Alianza Francesa. Jaime ya no tenía que pintarse todas las canas de su personaje, algunas ya eran naturales. El papel de la sicóloga lo interpretaba ahora su hermana Myriam. En la última función estuvo presente Mateo. Le habíamos contado que en el momento que estrenábamos esa obra, el había iniciado su venida a este mundo.

Hoy, 22 de octubre de 2012, me entero por un enlace en el Facebook de mi gran amigo Chispas Bellatín, que Rodolfo Santana ha fallecido ayer. El periódico venezolano Última Hora consigna que su muerte se debió a una nefasta diabetes, a sus 67 años de edad y a punto de cumplir este jueves los 68. Agrega que coincidentemente el 21 de octubre de 1995 se fue Ignacio Cabrujas, otro gran dramaturgo del teatro de Venezuela.

La noticia pone de duelo también al teatro peruano y latinoamericano. Rodolfo , con su talento, su frescura y su hondo sentido social hizo vibrar a miles de espectadores en nuestro país. Quienes tuvimos la suerte de conocerlo y subir sus trabajos al escenario, cerramos con dolor los ojos, hacemos un largo silencio y lo acompañamos en su camino al descanso eterno.