30/4/09

Notas acerca de la naturaleza del teatro I


Por Jorge Chiarella Krüger

Dudas, angustias, búsquedas, reflexión, análisis, hallazgos interesantes son parte de las vivencias cotidianas de un director escénico. Las múltiples interrogantes sobre cada uno de los cientos de aspectos que intervienen en un espectáculo teatral lo cuestionan permanentemente: ¿Cuál es el papel de la escenografía, de la música, de la luz, del vestuario, de la utilería? ¿Cómo se establecen las leyes del movimiento escénico, qué es actuar, qué rol juega el público, por qué hago teatro?

Y siempre regresamos al principio: ¿Qué es el teatro?

Hemos oído y leído que el teatro es “representación”, un “espejo de la vida”, un “reflejo de la realidad”, que nos ayuda a comprender mejor el mundo en que vivimos.

Pero, siendo esto cierto, ¿satisface? ¿Colabora a entender más el teatro para manejarlo y hacerlo con mayor rigurosidad?

Pienso que no. Y aunque obviamente es un problema no resuelto aún que viene preocupando a estudiosos de todas las épocas, no hay motivo para no intentar algunas reflexiones sobre su naturaleza que bien pueden ser de alguna utilidad.

El teatro como realidad alternativa

En una entrevista que para “El Dominical” de “El Comercio” hice a Peter Brook cuando visitó Lima en el 80, el gran maestro inglés dijo casi a la pasada que el teatro es “una realidad alternativa”. En el momento no presté atención a la frase, pero tiempo después, al repasar sus respuestas publicadas, ésa me saltó a la vista motivándome muchas preguntas. ¿Qué es la “realidad alternativa”? ¿Es que existen varias realidades? ¿El teatro es una de ellas? ¿Qué implicancias tiene tomar al teatro dentro de este concepto?

Nunca llegué a repreguntar a Brook sobre el tema e intenté entenderlo por mí mismo. No soy filósofo; soy un director de teatro que busca entender mejor su profesión. Por esto, si bien concedo el beneficio de la duda sobre mis primarias conclusiones, quiero señalar que han sido de particular utilidad en mi labor directriz.

Veamos.

Todos sabemos que el teatro es también un juego; artístico, pero juego. Hablemos, entonces, algo sobre el juego.

La actividad lúdica implica un ejercicio recreativo sometido a reglas. Este puede ser unipersonal o en grupo. Lo importante es que tiene normas que uno mismo se impone o en acuerdo con los demás. Así, cuando un niño juega a los vaqueros, establece qué función va a cumplir cada objeto, persona o espacio, y realiza su actividad creativa sujetándose a las normas que él ha establecido. La escoba será su caballo, se montará sobre ella y cabalgará por toda la casa imaginándose que corre por extensas praderas en su hermoso e inteligente corcel blanco mientras los indios lo persiguen.

Ese niño creó un mundo nuevo y actúa con toda coherencia dentro de él. Estableció una realidad paralela a la de su realidad cotidiana: una realidad alternativa.

En esa realidad alternativa el niño gozará, sufrirá, vivirá, en suma, sin ningún tipo de limitación –incluida la muerte–, todo lo que su realidad cotidiana le niega o proporciona. En esta realidad alternativa el niño es absolutamente libre. Es dueño de su tiempo y de su espacio.

Y para quien desde fuera lo observa –su padre, por ejemplo–, ese mundo paralelo creado por el niño será igualmente real. Depende de él que quiera dar el salto en introducirse en esa realidad o no. De este modo, el padre podrá decirle al niño: “Detente vaquero que traigo un mensaje del sheriff” y el “vaquero” se detendrá y dialogará en los mismos términos que él.

Pero ambos, el niño y el padre, son permanentemente conscientes de la realidad cotidiana y pueden en cualquier instante regresar a ella. Así, si el padre, dirigiéndose al “vaquero”, le dice: “Pepito, deja la escoba y ven a comer”. Y el niño lo hará.

En el primer caso, el padre entró a las reglas del juego. En el segundo, dio por terminado el juego.

El eje, pues, del ejemplo radica en el acuerdo de jugar: en la convención. Cuando en el teatro los espectadores observan una escena de Hamlet y la admiten como real, es que, por convención, están aceptando las reglas del juego teatral; aceptan que están observando una realidad pero que no es la cotidiana, sino otra: la alternativa. En la cotidiana se encuentra el actor que representa a Hamlet. En la alternativa está Hamlet.

Observemos desde ya la infinita riqueza de posibilidades escénicas que ofrece el tomar el teatro desde esta perspectiva y lo que ocurre cuando la realidad cotidiana se “superpone” a la alternativa en el momento del espectáculo. A partir de aquí se puede entender quizá con mayor claridad la teoría del distanciamiento brechtiano y el tipo de actuación que pide el gran maestro alemán.

Pero, sigamos: ¿por qué el teatro se mueve dentro de esta realidad alternativa? ¿qué es lo que hace que el hombre recurra a ella para dirigirse a los demás?

Todos sabemos que el teatro es también un medio de comunicación. Hablemos, entonces, algo sobre el teatro como medio.

El ser humano, por naturaleza, busca conocer más, trata de saber, de dominar más la esencia de las cosas para poder transformarlas en provecho propio.

Ese conocimiento lo transmitirá a los demás por la vía que mejor se adecue a una correcta comunicación. Pero existen esencias que el hombre no puede transmitir por las vías comunes de los lenguajes cotidianos. Pareciera que éstos tuvieran interferencias que no permiten una adecuada comunicación. Como si en la radio, en la amplitud modulada (AM), aparecieran esos “ruidos” que no dejan transmitir el sonido puro y, por esto, se tiene que recurrir a la frecuencia modulada (FM).

De igual manera, en nuestra realidad cotidiana esas esencias que, al transmitirse o comunicarse por los lenguajes comunes, sufren de “ruidos” cotidianos que hacen incomprensible la comunicación, tienen que buscar una vía distinta para llegar al receptor. Esa vía es la realidad alternativa, la frecuencia modulada por la que enviaremos nuestro mensaje y que llegará al receptor de una manera especial, de una forma sensible, pura y sin interferencias.

Pero es indudable que esa persona que captó la esencia de un hecho, de una situación, de un objeto, y quiere comunicárselo a otra persona por medio de esta realidad alternativa, tendrá que realizar una transformación de ese hecho, de esa situación, de ese objeto, para poder entrar a la realidad alternativa. En ese instante esa persona “A” se convertirá en artista y ofrecerá ese producto artístico (la transformación de la realidad cotidiana) a la persona “B” que, a su vez, se convertirá en espectador, cerrándose así el triángulo imprescindible de la realidad alternativa teatral como mundo paralelo al de la realidad cotidiana.

Al término del juego en la realidad alternativa (cuando acabó la función), el artista y el espectador retornarán a su condición de personas en la realidad cotidiana y la persona “B” habrá recibido el mensaje que la persona “A” le envió. La persona “B”, de este modo, habrá entendido mejor la esencia de ese hecho, situación u objeto que, antes, no habría quizá podido apreciar. Conociendo mejor su esencia, ella también tendrá mayor capacidad de transformarlo.

He aquí, pues, una de las principales funciones del arte (y del teatro, por ser una de sus formas). El arte es una vía de comunicación que nos sirve para transmitir y recibir conocimientos, sensaciones, ideas, inquietudes, dudas, conflictos, contradicciones, en una forma sensible. Esa vía (el arte, el teatro) está ubicada en la realidad alternativa.




Chiarella Krüger, Jorge

Notas sobre la naturaleza del teatro desde el punto de vista del director escénico. Separata. Dramaturgia y puesta en escena en el teatro latinoamericano y caribeño contemporáneo. (Seminario Regional sobre Teatro Latinoamericano y Caribeño Contemporáneo) UNESCO en colaboración con el Proyecto Regional de Patrimonio Cultural y Desarrollo PNUD/UNESCO 1988.

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