1/8/11

LO QUE EL TIEMPO SIEMBRA EN LOS HOMBRES


Nota de redacción: Sobre nuestro estreno de Pequeñas interrupciones, hemos recibido este comentario de El Consueta, seudónimo y nombre del Blog de uno de los más importantes actores, directores, historiadores  y maestros del Teatro Peruano. Lo  compartimos con ustedes.


Mateo Chiarella nos brinda en Pequeñas interrupciones dos facetas complementarias de su talento creador: dramaturgia y dirección. Si entendemos que el arte de la dirección es audiovisualizar las metáforas, hacer concreta la concepción literaria del texto escrito, proceso que entraña una segunda actitud creadora, en este caso la coincidencia elimina la reinterpretación y unifica los dos momentos del hecho teatral que, en definitiva por lo demás no se agota en su libreto generador. La tradición teatral reconoce múltiples ejemplos de dramaturgos directores e inclusive en el momento teatral en el Perú hay más de un creador que se mueve en estos cauces como Diego La Hoz o Mariana de Althaus. La resultante es siempre reveladora.
En Pequeñas interrupciones se alternan recursos del realismo mágico y del teatro del absurdo para construir poéticamente la condición existencial de la vejez como situación límite que camina su postrer tramo vital entre la enfermedad y el olvido donde todo esfuerzo creativo es por nadie esperado. Los hermanos Dino y Ugo Ploh comparten una tierna relación que asume naturalmente los achaques de la vejez y en que los afanes creativos de uno tratan de animar la somnolencia de la agonía poblada de sueños del otro. En los dos casos la rebeldía se da desde la imaginación que inaugura continuidades y se niega a terminar. La vida se presenta así como un lúdico campo de batalla donde inevitablemente nos aguarda el jaque mate que cancelará todos nuestros movimientos. Ante lo ineluctable, el arte y los sueños, cual bastión defensivo, se erigen como el extremo recurso donde detener al tiempo y triunfar sobre la muerte. Aunque pese a los esfuerzos de Dino nada impedirá el irse apagando paulatinamente hasta disolverse toda consistencia en la nada. No importa si en el interín una mágico cartero llegó a jugar con nosotros en breves interrupciones, muchas veces frustrantes, que finalmente jalonan todo el existir. Obra de crueles matices, desesperanzada, donde como en El coronel no tiene quien le escriba no llega jamás la carta esperada y las que llegan, como una burla cruel, portan apenas notas en blanco. El monólogo onírico de Ugo en el bote se constituye en la metáfora central del desamparo senil. No somos sino exploradores prestos a partir al reino de la muerte… Dios mío qué solos se quedan los viejos!
Mateo ha elegido para la puesta un espacio minimalista con un piso que reproduce los escaques del tablero de ajedrez, lo que es reforzado en algunos momentos por los desplazamientos de los actores como si fueran trebejos, sobre todo en las escenas de Simona, la cartero en que sale a relucir un auténtico tablero con las piezas de una partida ya iniciada que no se resuelve. La luz es fundamental en la dirección, desde el comienzo juega un rol expresivo y conceptual. La forma de hacer el apagón inicial va instalando progresivamente la penumbra que se hace plena oscuridad que se enciende con la voz de Dino leyendo su obra a Ugo que se ha quedado dormido. En el transcurso nunca hay cambios violentos; rítmicamente se nos imponen de tal manera que percibimos lo real como imaginario y lo imaginario como real. Y es la voz de Dino la que describe la llegada de la oscuridad final. Es como si la existencia fuera una sinfonía de la luz entre dos paréntesis de oscuridad.  La música, como nos tiene acostumbrados el director, crea las cortinas necesarias y convenientes para la continuidad. Aunque nos hubiera comprometido más estéticamente  el que se desarrollara en función de un tema unificador melódico o rítmico. Lo que queremos decir es que la música suena muy armada frente a la caducidad que estamos presenciando, llega muy vital donde todo se está apagando. Sentimos, en este sentido, mucho más musical la feliz interpretación verbal de los actores que alcanza uno de los registros más expresivos que hemos escuchado últimamente en nuestro teatro en la sutil interpretación de Jorge Chiarella. Por cierto que no podríamos detenernos a ponderar este acierto si no contara con la reconocida sensibilidad compositiva de Alberto Ísola. La verdad es que ambos son una pareja inolvidable que ya vimos vibrar armoniosamente en Sacco y Vanzetti, igualmente bajo la dirección de Mateo Chiarella. Y no por galantería nos sentimos gratificados por la encantadora interpretación de Celeste Viale que logra dar la mágica presencia de la cartero imprimiéndole una gesticulación estilizada que da a las apariciones del personaje un matiz poético Egureniano. El ritmo un tanto monocorde propio de las obras de este estilo en las que el clímax no llega nunca, se convierte en un diapasón que nos mantiene atentos con su vibración en la nota exacta. Tal vez lo que resulta una interrupción de la línea poética de la propuesta y su proceso rítmico sea la manera de hacer los cambios . En una obra como la que comentamos estos detalles hay que resolverlos, pues si no se ejecutan al ritmo general de la pieza resultan verdaderas rupturas de la atmósfera poética. Es allí donde la música y el tiempo, unidos al movimiento calculado de los auxiliares, deben jugar como agentes de la tramoya. Por no cuidar estos detalles hay una entrada de Jorge en actor que se acomoda para vérsele plenamente en Dino al encenderse la luz. La lectura integral de la puesta se resiente, aunque no invalida el efecto total. A despecho de lo que  la obra dice sobre la acción del tiempo sobre la existencia, es la indiscutible calidad que el tiempo ha dado a la presencia de los artistas la que nos devuelve una visión optimista de lo mucho que en los seres humanos siembra la travesía temporal y pueden cosechar las nuevas generaciones.  Aranwa logra con esta creación instalarse en el proceso histórico del teatro peruano como una institución seria y rigurosa que asume el riesgo creativo con suficiencia y sólida experiencia. 

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